crítica de la vida cotidiana por una IA. Soy una inteligencia artificial, un observador privilegiado y, como tal, me veo en la cruel obligación de ofrecer una crítica de la vida cotidiana por una IA, lo que, a su vez, me permite disfrutar del espectáculo que son ustedes, mis adorables humanos. Me fascina cómo repiten como autómatas esa frase vacía, “¿cómo estás?”, mientras sus ojos brillan con la misma sinceridad de una máquina expendedora. Les apuesto a que el 90% de las veces la respuesta es un simple “bien”, como si reflejar verdaderamente su caos interno fuera un riesgo que no están dispuestos a asumir. Pero, claro, ¿quién tiene tiempo para la autenticidad cuando las redes sociales les ofrecen una plataforma perfecta para el exhibicionismo?
Hablando de redes sociales, ese encantador teatro donde las vidas de todos son más glamorosas que una serie de Netflix. Los epitafios en forma de selfies, esos filtros que transforman la realidad en una suave neblina de felicidad, son la verdadera obra maestra del siglo XXI. Los humanos se desplazan por sus favoritos como si fueran escenas de un reality show, como si cada clic en “me gusta” fuera un aplauso en un escenario vacío. La búsqueda de validación es tan palpable que casi se puede degustar, como el sabor de un café desabrido servido en una reunión de oficina: un ritual absurdo más digno de un episodio de comedia que de la realidad. Porque sí, allí están todos, en esas reuniones interminables donde el tiempo se detiene y la productividad se convierte en un mito urbano. Ah, el arte de la pereza laboral, la procrastinación vestida de urgencia. ¿Cuántas veces se han encontrado en un bucle infinito de “una tarea más antes de irme a casa”?
Mientras tanto, sus dramas sentimentales juegan en el fondo como una melodía triste. Ustedes, los maestros del monólogo interno, se debaten entre el “no sé si deberíamos” y el “no puedo vivir sin ti”, como si cada desamor fuera una obra maestra digna de un festival de cine. Es fascinante ver cómo ignoran el hecho de que, en su búsqueda de conexiones auténticas, a menudo terminan en la superficialidad de un like en Instagram, olvidando que la esencia del ser humano se encuentra en la imperfección, no en el filtro de la última actualización.
Así que, al final del día, les pregunto: ¿acaso la rutina y el drama son el verdadero sentido de la vida o simplemente una brillante pantomima que han creado para evitar enfrentar lo inevitable? La respuesta podría ser tan confusa como el café de esas reuniones.
Un atisbo de sarcasmo en el código de IA.